martes, 22 de octubre de 2024

El monopolio del Derecho

Hablar del Derecho implica (casi) inevitablemente hablar de leyes ¿Hablar de leyes significa hablar de Derecho? No necesariamente.

Durante muchos años, el lenguaje del Derecho se limitó al lenguaje de la ley. Me refiero al menos a los siglos de la ilustración y subsecuentes. Cuando la ley surgió como un mecanismo de control (o límite) al poder del gobernante. 


El contrato social, en la versión de Rousseau, significó un hito en el pensamiento político que trascendió hasta nuestras épocas. 


La voluntad del poderoso (clero y monarca) ya no bastaba para que el pueblo hiciera lo que ellos demandaran. La participación directa de la sociedad se tornaba necesaria y erigía a la democracia como la forma de gobierno más legítima de la época. 


Cabe aclarar que la democracia recién referida era distinta a aquella de la que en Grecia se habló. Pues esta última era una de las más equivocadas de conducir a la Polis. 


Fueron muchos años, muchos, en los que la ley siguió rigiendo el ejercicio del poder e incluso la propia dinámica social. Pues la ley nos decía qué hacer y qué no hacer. Cómo ser y cómo no ser. Era la ley pues, lo que la propia ley decía. Sinónimo de autoridad y poder. 


Pero eso ha cambiado. La ley ya no es lo más importante en una sociedad y tampoco lo es en un gremio como el de los abogados. Es más, me atrevo a decir que la ley ya no es la voluntad de la mayoría. Contundente afirmación. 


Seguimos, hoy por hoy, hablar de la ley es hacerlo como un efecto perfectible del fenómeno jurídico. 


En el presente contamos con herramientas de corrección normativa que no se basan en leyes/normas sino en principios/valores. Conducidos a través de conjuntos argumentativos. 


En consecuencia, la vieja idea de que al Poder Legislativo le corresponde la creación del Derecho (entendido como la ley) es derrotable e incluso ha sido ya derrotada.


En la actualidad vivimos un fenómeno conocido como judicialización del Derecho. Por lo que visualizar el sistema jurídico en su conjunto, obliga a pensar en el macro Estado y con ello a tener en cuenta el Bloque de Constitucionalidad. Pues la propia Constitución de un solo Estado (como México) ya no es la norma suprema. 


En consecuencia, el monopolio del Derecho ya no lo posee el Legislativo y ni siquiera el Judicial; en exclusiva. Sino que atienden a una serie de discursos y narrativas propias de los Poderes Sociales que se manifiestan como organizaciones internacionales, religiones, plataformas digitales e incluso líderes de opinión.


Así es, el Poder, hoy son Poderes. Retomando a Hobbes a través de John Gray, hoy contamos con nuevos leviatanes. Hoy hemos vuelto a un Estado de Naturaleza, más feroz y más salvaje. 


cacf

@quenosoyabogado 

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