miércoles, 28 de agosto de 2024

Justificar no es lo mismo que buscar pretextos

Desde hace un tiempo el título de este ensayo a paseado por mi imaginación. No tanto como el titulo de este ensayo, sino más bien como un pensamiento auténtico que ha pugnado por salir a la calle, a callar las tantas voces que se han ocupado de decirme que siempre tengo un pretexto para todo.

Lo reconozco, de principio así fue. Precisamente buscaba contar con un “argumento” —pues casi siempre era una falacia— en favor de mi posición o en contra de la que se me convocaba; con tal de no tener que asumir responsabilidad alguna respecto a lo que ocurriera a mi alrededor. Claro que estoy hablando de mi adolescencia, esa etapa que, en lo particular, me retó al grado de casi vencerme. Aquí sigo. Lo justifico. 

Parejas, amigos, familiares y público en general sostenían que siempre tenía algo que decir. De hecho, hubo quien invocó la cantaleta: “deberías ser abogado” si supieran que es una etiqueta que rechazo, no por falta de estudio sino porque se trata de una expresión cargada de enigmas, de los cuales, las soluciones, adolecen de tacto en su expresión. Por no decir que se nos desprecia socialmente. Me incluyo.

Incluso, en este momento, somos el enemigo número uno del país con todo esto de la Reforma judicial. Pareciera que entre menos pueda decir que pertenezco al gremio más a salvo me encuentro de los espectadores y verdugos; a que si me dispongo a alzar la voz en favor del Estado. Porque realmente se trata del Estado (Constitucional de Derecho) de lo que aquí se está defendiendo. Pues, dicho sea de paso, los Derechos Humanos existen en este preciso modelo que la reforma pretende extinguir. Por ahora, me atrevo a calificarlo como un retroceso.

Pretextos, me dicen. Lo que en verdad quieren es no perder sus privilegios. Sí y no. Claro que una reforma al Poder Judicial en México se sabe necesaria. Tal y como en otras Instituciones, existe la corrupción, el nepotismo, los abusos y las fallas (sistémicas y extra sistémicas) que vuelven en ocasiones la “administración de justicia” en algo mítico o hasta legendario. Sacado casi de un cuento de hadas, o como en nuestro caso, uno de terror. 

Empero, ese no es un pretexto para proponer una idea como la que hoy es patente: jueces electos por voto popular. Nada más alejado de la configuración actual del modelo de Estado. En donde precisamente, los jueces (o decisores, en sentido amplio) se legitiman a través de sus sentencias, de sus argumentos, la justificación de sus decisiones. 

Pero bueno ¿qué implica justificar? Se trata de un acto del lenguaje, quiero decir que es algo que podemos hacer con nuestro lenguaje. Por supuesto que no me limito al lenguaje abstracto (las palabras), más bien lo planteo en términos amplios: justificar es ofrecer razones en favor (o en contra) de una determinada decisión (o postura) ¿es algo exclusivo de jueces o decisores? No. En nuestra dinámica diaria particular nos encontramos con que constantemente estamos justificando lo que decimos y lo que hacemos pero también lo que no decimos y lo que no hacemos. 

Válgame, desde porqué elegimos despertar a cierta hora; o cuando nos ponemos a elegir nuestro outfit para el día corriente; qué ruta vamos a tomar para realizar nuestra jornada; si vamos a comer carne o no, etc. vivimos en una constante justificación ¿tiene algo de malo o negativo? No. Por principio de cuentas, porque lo que llamamos malo se justifica en función de los cánones morales, así como de una ética privada. Además, en nuestra sociedad actual, tal parece que la certeza es la cúspide del conocimiento.

Afortunadamente esto ha venido cambiando. Hoy por hoy no es extraño escuchar que, el tiempo, la realidad y nuestra percepción del mundo no son más que construcciones o convenciones sociales que han permitido lo que hasta ahora tenemos y hemos dejado de tener.

Bueno, pero entonces ¿por qué digo que no es lo mismo justificar que buscar pretextos? Pues precisamente porque se trata de 2 actividades distintas. Por un lado, justificar implica un acto del razonamiento: tiene que ser tanto racional como razonable y estar sujeto a evaluación. El pretexto no, enmascara una posición.

La Reforma que mencioné sigue siendo un buen ejemplo, no es posible justificar racionalmente a la misma sin caer en el pretexto. Que no encubre más que la ambición de poder, de control, de un personaje sin parangón en la historia contemporánea mexicana. Aunque también, este ensayo fue un pretexto para expresar mi sentir acerca de esta Reforma Judicial. 

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