viernes, 12 de septiembre de 2025

Cuando el Tribunal te sienta, el Derecho te levanta

Reflexiones de un abogado en pausa obligada


Cada vez más cerca está el final de la semana. Esta noche de viernes no sabe igual a las demás. Voy camino a casa, sentado junto a una persona desconocida; por un instante quisiera contarle todo lo que pienso, todo lo que atravieso.

Abro las notas de mi teléfono para dejar salir lo que me pesa, eso que parece abrazarme hasta impedir que mi mente respire.

Por mi cabeza bailan varias ideas. La que pisa más fuerte es la de mi ausencia en el trabajo. Me gusta llamarlo así, aunque insistan en que no lo haga. Hoy recibí la noticia: debo estar en “la banca” una semana. No me sorprende; en el Poder Judicial, los cambios ocurren entre parpadeos.

Ayer lo hablaba con una amiga: lo vertiginoso del devenir diario. Ella atraviesa cambios en su vida laboral, yo me alejo —aunque no del todo— de una pasión: el Derecho.

Mi jefe me llamó a su oficina. Agradezco la deferencia de ir a buscarme a mi lugar. Frente a su escritorio estaba nuestra compañera de Recursos Humanos. Se abrió la conversación con una pregunta:

—¿Qué podemos hacer con Charlie?

Ese nombre… Charlie es el abogado que no solo es abogado. Es quien se ríe del y con el Derecho, el argumentador, el filósofo, el comediante jurídico, incluso el tiktoker judicial (concepto que acuñé tras mi regreso a las redes). Charlie soy yo.

La charla fue clara, ecuánime, coherente. Me mordía la lengua para no interrumpir, pero tuve mi turno. Lo dije:

—No quiero irme.

Él respondió:

—Tampoco quiero que te vayas.

Pasó lo que tenía que pasar. El Poder Judicial Federal es un lugar frío; pretende alejarse de las emociones —como si pudiera—. Ahora toca esperar, pero no por eso decaer ni detenerme. Seguiré creando; aquí estoy y voy a seguir.

Esta noche de viernes la hice mi cómplice, entre lo que dije y lo que callé. He llegado a casa. Me voy a descansar.

Hoy el Tribunal me sentó en la banca, pero el Derecho sigue ahí, levantándome, recordándome por qué sigo creando.

Se terminó.

cacf

@nosolosoyabogado


lunes, 8 de septiembre de 2025

¿Por qué tengo un blog?

Porque a veces solo necesito dejar salir desde aquí lo que siento, pienso. O lo que pienso, siento. 


Escribir es para mí una manera de dejarme ser. Me encuentro. Me ayuda y muchas veces, me destruye. Me hace darme cuenta de que ya me daba cuenta. Eso acaba conmigo. 


Tengo un blog porque quiero dejar aquí lo que me llega, dejarlo al compartirlo. Quiero compartir conmigo mismo que soy quien me lee primero. Me leo cuando me escribo y me escribo porque me leo. 


Tengo un blog, un diario, una cuenta de TikTok y otras dos de Instagram. En todas me trato de reconocer y no lo logro. Me estoy buscando pero no me interesa encontrarme. Perdería la magia, el misterio, el chiste. 


No me importa equivocarme, no me da miedo. Tampoco me da miedo decir que no me da miedo. Miedo me da…


Gracias por escribir, a veces de derecho, a veces de mi, a veces de ti. A veces de nada. Otras de todo. Gracias. 


Tengo un blog porque me tengo a mí. 

lunes, 18 de agosto de 2025

Un no tan esperado regreso


He decidido volver a escribir aquí porque lo necesito. Han pasado ya varios meses desde la última vez que lo hice, pero mi cuerpo  me lo pide, mi mente grita me deje correr de nuevo: letra tras  letra; trata de convencerme de que no he perdido el toque de jurista literario. No lo sé.

Hace apenas unos años, me disponía como estudiante de Derecho a dejar de lado lo que estaba estudiando, el Derecho mismo. No pude. Lo intenté, en serio que lo intenté. El Derecho para mí es como un hongo: no lo ves sino hasta que se deja ver, hasta que se hace visible, evidente, presente. Aquí estoy.

En aquellos años me decía, tratando de persuadirme, que si me alejaba de una de mis pasiones, entonces sería posible adquirir un enfoque más fresco y renovado a mi regreso al estudio del Derecho. Quería trabajar en McDonald's.

Había comenzado no hacía mucho mi trabajo en un despacho jurídico en materia civil, venía de acabar de trabajar en un despacho de orden penal, estaba probando y conociendo lo que me gustaba más de mi carrera, qué mejor que hacerlo en dos de las materias más famosas del gremio abogadil. 

No me culpo, no creo en la culpa. No hay culpa. Hay tiempo. Decisión ¿consecuencia? Palabra. Hay porque las he dicho y también hay lo que he callado. Tal y como reconocer esta etapa de mi formación profesional. Una que en algún momento me hizo dudar si el Derecho era para mí. Yo soy para el Derecho. Soy.

Vale decir que a estas alturas de mi texto, he podido comprender un poco mejor por qué me sentía así con la idea de dejar atrás el estudio del Derecho, o por lo menos el contacto directo con el mismo. Lo que necesitaba era aprender a reconocerlo fuera de los códigos, de las leyes. Necesitaba reencontrarme con él sin el peso de un legislador encima. Necesitaba reencontrarme conmigo.

Pues sí, sólo estaba visualizando la visión de aquellas personas que no hacen más que emitir disposiciones jurídicas, ni siquiera normas. No veía la visión del juez y  mucho menos era capaz de reconocer el elemento vivo del Derecho en su dinámica judicial. El Derecho en acción. 

Hoy me atrevo a decir que puedo lograr apreciar al fenómeno jurídico en casi todo lo que hago, lo que me rodea y lo que me interpela, ya sea como pregunta, como actividad, como hobbie. Trabajar en McDonald's goza de un componente jurídico. Así como lo ha sido también esta ausencia, me ha dejado mucho más aprendizaje del que en este hoja me permito escribir, pero para eso y por eso es mi blog. Para que pueda seguir aprendiendo, equivocándome. Volviendo a intentarlo.

Quiero cerrar diciendo que me ausenté pues ahora me hallo sumergido entre expedientes en un Tribunal Federal, estoy haciendo lo que antes llamaban méritos. Al mismo tiempo, he asumido ya el carácter de profesor titular de una materia a nivel licenciatura. Por último, me he dedicado cada vez más a mi papel como comediante. Y en cada escenario, el Derecho se hace presente. No me lo esperaba, al menos no así como está pasando, y sin embargo, está pasando. Sin esperarlo: Estoy de regreso. Gracias.

cacf

lunes, 4 de noviembre de 2024

La fila de Costco

Hace unos días fui comprar una pizza a Costco. Me resultaron muy interesantes las filas que las personas hacían en la fuente de sodas, particularmente la que se desprendía de la máquina de refrescos.

Les cuento, lo que veía no podía entenderlo del todo. Para empezar porque aquella fila era la más larga de las 3 existentes. Las otras dos eran para comprar en la caja, con efectivo; la más corta para comprar con tarjeta.


Describo la máquina en cuestión: compuesta por dos dispensadores de los cuales cada uno tenía un par de 4 jarabes distintos aproximadamente, o sea que había 8 mangueras por dispensador, en total 16.


La gente que hacía la fila más larga se mostraba desesperada, con razón. Cada una de las personas llevaba entre uno y dos vasos para rellenar, no más. Lo cual implica que cada uno usaría uno o máximo dos mangueras para rellenar sus vasos. No exagero al decir que la fila llegaba casi hasta la entrada de la tienda. La gente comenzaba a estar molesta: su comida se enfriaba, ellos refunfuñaban y algunos ya comenzaban a mostrar los dientes.


Yo observaba esto desde mi asiento, una modesta locación entre el tumulto de comensales y gente molesta de la larga fila. Miraba bien cómo cada uno compraba su producto, algunos cazaban asientos para degustar sus alimentos y otros, sin mayor opción aparente, se disponían a formarse en la fila más larga. Salían de una para entrar en otra…


Mi turno había llegado para recoger mis alimentos, fui a por ellos y luego, el momento esperado: me dieron los vasos para coger bebida. No me formé. No solo no lo hice, sino que además invitaba a la gente a deshacer la fila. Era absurdo el formarse para recibir una dosis de azúcar carbonatada.


Me explico, (aunque creo que para este punto es evidente). Si disponíamos de 16 mangueras en total, y cada uno sólo usaría de entre una y dos de ellas. Las otras 14 estarían disponibles para servir a los demás comensales. No había razón para hacer fila siquiera. 


Inmediatamente apelaron al orden, sobretodo los de más atrás. Fue ahí cuando comprendí que esta experiencia era jurídica ¡orden por favor! ¡No se metan! ¡Vamos formados! ¡Hay reglas! Gritaban. Yo seguía insistiendo a quienes me escuchaban a que rompieran la formación y fueran a tomar su bebida directamente. Llamaron al guardia, al encargado, al supervisor, en este punto, ya daba igual.


Seguía alentando a la multitud, había opositores, conservadores de la regla. De este lado, éramos ya una resistencia, optábamos por los principios. Poco faltaba para que vasos y tapas volaran por los aires. Una suerte de guerra: reglas vs principios.


Nosotros tratábamos de optimizar el servicio, los dispensadores de refrescos podían abastecer a más de uno a la vez. Los reglistas se oponían: “reglas son reglas” era su estandarte. El encargado, aún no llegaba. Pero llegó…


Enseguida la gente comenzó a acusarme de revoltoso, procurador del desorden. Anárquico. Revoltoso. Imprudente. Necio. Para ser franco, no estaban tan equivocados. 


Sin embargo, algo pasó que aquellos que me atacaban cambiaron su semblante de inmediato. El supervisor me concedió la razón. Vitoreó mi bando. Hubo aplausos. Algunos gritos; y el clásico: “se los dijimos”. Yo me mantuve en silencio durante el veredicto y la celebración.


Regresé a mi humilde asiento, saboreando el triunfo, con mi pizza fría pero mi vaso lleno.


cacf

@quenosoyabogado

martes, 29 de octubre de 2024

¿Por qué se estudia Derecho?

¡Uy! Ahora sí viene lo chido… diría Luisito Comunica. Bueno ¿por dónde empiezo? Quizá esta vez por el principio ¿por qué se estudia Derecho? Me parece que hay dos niveles de respuesta a esta pregunta.

En el primer nivel, diría que cualquiera puede —y debería— estudiar Derecho, no en un sentido formal sino más bien práctico. Quizá la formulación adecuada sería: que cada quien merece vivir el Derecho que (re)conoce en compañía de una dimensión ética. O mejor, que se tiene que aprender a vivir el Derecho, a reconocerlo y a practicarlo como un estilo de vida ético. 


Las realidades jurídicas se corresponden con el número de personas que hay en el planeta. Lo cual implica un muy buen número de perspectivas de lo jurídico a nivel factual. Siempre me ha parecido interesante cómo visualizan el Derecho las personas que me rodean pues cada uno de nosotros —como ya lo he dicho antes— tiene una visión de los conceptos jurídicos fundamentales, desde los que tanto se habla en la teoría, ciencia y filosofía del Derecho. 


El segundo nivel de respuesta se acompaña de un estudio formal del Derecho, al respecto no me refiero con que se inscriba la persona en alguna Institución de Educación Superior (IES). Sino que se comprometa con estudiar el Derecho de acuerdo a cierta forma de estudio. Un proceso de aprendizaje de lo jurídico respecto de lo no jurídico.


Estudiar Derecho según un proceso no implica, necesariamente, hacerlo con base en los códigos vigentes. Resultaría más interesante vincular el Derecho a las demás empresas sociales: la antropología, la sociología, la filosofía, la historia, la política, etc. Estudiar Derecho resultaría en una experiencia que parta de su misma fuente: la sociedad. 


Para ser más claro, estudiar Derecho va más allá de la sola experiencia que la educación formal (ser miembro, como alumno, de alguna Universidad o IES) nos proporciona. De hecho, en uno de mis libros favoritos: “No estudies Derecho” Garza Onofre reconoce que «hay más abogados que perros en la calle». Pues para estudiar formalmente el Derecho «basta con inscribirse y no morirse». 


El excesivo número de escuelas de Derecho produce la ilusión de que una buena parte de la sociedad cuenta con formación jurídica. Falso. 


Se cree o se presume que para dar clases de Derecho no es más que necesario una pizarra, algunos códigos y/o leyes y sillas para los alumnos; también se cree que el estudiar Derecho está vinculado a una mejoría en la calidad (cantidad) económica de sus estudiantes; entre otros motivos y razones. Tema de otro ensayo. 


Se estudia  Derecho porque muchas veces no se pudo estudiar otra cosa, lo que realmente se quería. Es mi caso, en parte, pues en origen yo quería estudiar teatro; mi padre me dijo que me moriría de hambre y yo respondí que también moriría feliz. Hoy me hace feliz estudiar Derecho.


Se debería estudiar Derecho porque no se puede defender lo que no se conoce. Visto así, se estudiaría porque es nuestro Derecho.


cacf

@quenosoyabogado

lunes, 28 de octubre de 2024

¿Por qué quise estudiar Derecho?

Es curioso, hablo y hablo de Derecho y aún no cuento por qué decidí estudiarlo.

Primero no quería, la verdad. Me rehusaba, me resistía a estudiar lo mismo que había en su momento estudiando mi padre. 


Luego, supe que mi abuela paterna es abogada y menos tuve ganas de formar parte del gremio. 


Así que primero me decidí por estudiar educación física en la Benemérita Escuela Normal Veracruzana. Una experiencia desastrosa que por fortuna solo duró un año.


De ahí lo que rescato es mi primera aproximación “formal” con el Derecho. A través de tres asignaturas: “Bases filosóficas de la educación básica” a cargo del maestro Juan Jesús López, “Problemas y Políticas de la educación básica” impartida por el maestro José Celis, y “Planes y Programas de la educación básica” en manos del maestro Héctor Pérez. Por ellos, en parte, me decidí por estudiar Derecho. Siempre he dicho que, en conjunto, me mostraron lo que ocurre tras bambalinas de la educación. Gracias.


Hubo una ocasión en que le comenté a mi abuela paterna que estudiaba educación física. Sus palabras las llevo tatuadas: “tienes mucha capacidad como para que vayas a la escuela a aprender a rebotar balones”. Golpeó directamente en mi ego y ese fue un factor fundamental para decantarme por otro estudio distinto al del momento. 


Por supuesto que mi abuela desconocía todo el fondo que la educación física propone: integralidad educativa, vida saludable, el juego como método de aprendizaje, etc. pero sus palabras resonaron tanto en mis adentros que, aunque yo reconocía y valoraba los aspectos de fondo que mencioné, no eran suficientemente claros en la dimensión práctica o el ejercicio profesional del educador físico frente a grupo. 


Desde que entré a la Normal, tuve problemas con las reglas. Yo usaba el cabello largo, me gustaba vestirme “elegante” para ir a mis clases de educador físico —por la naturaleza de la carrera, era más cómodo, práctico y útil, vestir ropa deportiva; yo la llevaba en una mochila—. Siempre que teníamos jornadas de observación y práctica había problemas con mi aspecto, y me preguntaba si acaso el cómo me veía impactaba en mi manera de dar clases. Por si fuera poco, la razón por la que me dejaba crecer el cabello era porque pasado un tiempo lo donaba a una fundación que realizaba pelucas para personas enfermas de cancer. Jamás entendieron mi posición y aún así yo desobedecía y no me cortaba el cabello, lo amarraba. 


Recuerdo también que, por aquellos años (2015) me había interesado mucho por la pedagogía, en realidad a mí siempre me ha gustado trabajar con la infancia, me parecen personas sorprendentes, complejas y sumamente interesantes. Por eso quise probar en la UPAV la carrera de pedagogía, celebro haberme salido de allí en la primera oportunidad que tuve. No por la carrera en sí misma sino por la forma en que daban las clases en aquella “universidad”.


Un último aspecto que colocó la estocada decisiva fue una experiencia que tuve frente a grupo en una secundaria. Era con el turno matutino, terminada la jornada, pregunté qué más se haría y el docente en turno nos dijo: “nada chavos, si quieren podemos ir a dormir a la bodega”. Yo iba a la escuela a estudiar no a dormir. 


No me malinterpreten, me fascina la docencia, mi vocación (también en el Derecho) se encuentra ahí. Adoro dar clases, me enseña, me exige seguir estudiando, preparándome para ser mejor en cada clase. Es solo que yo quiero estar frente a grupo y trabajar, no irme a dormir.


Llegó el momento de elegir y me decidí por estudiar Derecho. Lo que sigue, es otra historia…


cacf

@quenosoyabogado

viernes, 25 de octubre de 2024

Perdono y olvido

Asumir el paso del Estado de Derecho Legal (EDL) al Estado de Derecho Constitucional (EDC) significa vivir el Derecho desde la actualidad. Inicialmente, hay que aclarar qué es EDL, para después distinguirlo del EDC. 

En el primer caso, las características principales del modelo de Estado eran: 1) la visión del Derecho parte de la ley, se manejan como sinónimos; además, 2) a la ley se le designaba, indiscutiblemente, como la voluntad de la mayoría y en consecuencia era indiscutible; también se sostenía que a 3) los abogados sólo nos correspondía ser la boca de la ley. 


Ahora bien, para el EDC, las cosas cambian; a manera de contraargumentos, hay que decir sus principales características: 1) los derechos humanos (DH) son la fuente principal del Derecho; 2) se reconoce la existencia de la moral racional: valores, principios y DH; 3) existe un Tribunal Constitucional.


Si las diferencias no son lo suficientemente claras, digo lo siguiente: nuestro Estado actual de Derecho (constitucional, social, democrático) reconoce una visión más amplia del Derecho que la que proponía el EDL. Para empezar, reconoce directamente la vinculación entre Derecho y moral —no los confunde—. Esto es algo que antaño sería impensable, el más aferrado de los abogados (positivistas), dada su formación, jamás habría sostenido tal relación, se mostraron siempre como discursos antitéticos, opuestos entre sí, rivales. 


Las leyes —eje principal del EDL— permitieron una serie de abusos hacia grupos históricamente vulnerados: mujeres; personas indígenas, personas con discapacidad, por mencionar algunos; aunque también han sido vías legitimas de dominio y represión social: el nazismo y el stalinismo, son ejemplos claros de cómo la ley validaba sus expresiones y violencias. 


Con esto quiero resaltar que la ley no es sinónimo del Derecho. Que tampoco estamos ya en garras del EDL sino que hoy vivimos el EDC. Que si bien, la ley ha tenido muchos puntos en contra (que yo mismo he colocado en mi discurso), también ha tenido puntos a favor: constituyó en su origen un límite al poder, promovió la certeza y la seguridad jurídica hacia las personas miembros de un Estado, y colocó la primera piedra para construir la igualdad entre esos mismos miembros frente al Estado y a partir de la propia ley. 


Sin embargo, ha llegado el momento de soltar, abandonar, perdonar y olvidar al Estado de Derecho Legal (EDL) y migrar por completo al Estado de Derecho Constitucional (EDC). No porque sea el mejor o el único que existirá, sino porque es con el que contamos en la actualidad, la cual nosotros, como sociedad, construimos. 


Lo repetiré hasta que cambie mi discurso, el Derecho es un constructo y práctica social. Va más allá de la ley.


cacf

@quenosoyabogado

Cuando el Tribunal te sienta, el Derecho te levanta

Reflexiones de un abogado en pausa obligada Cada vez más cerca está el final de la semana. Esta noche de viernes no sabe igual a las demás. ...