¿El Derecho está en crisis? Sí. Ha perdido su legitimidad. Se debilita. En México, la sociedad no cree en él; en sus Instituciones, sus Instancias; en su discurso. Es una pena, una muy profunda.
Hoy, mientras navegaba por X, me encontré con una prueba más de ello. Hoy se cometió un doble homicidio —por citar un caso—. Aquí mueren 81 habitantes al día según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), de 2023. Y es que en Guerrero, a una mujer y un hombre se les vincula con la comisión de un delito en contra de una niña, quien fue secuestrada y privada de la vida. Los pobladores enardecieron más allá de las redes sociales, donde se difundieron datos personales de los presuntos responsables, así como la ubicación de su domicilio.
Bueno, es un hecho lamentable aquello que padeció la infancia. Sin duda. No creo que exista algo más importante que la atención y procuración de la felicidad de la niñez. Es sólo que no puedo evitar dejar de hacerme preguntas cómo: ¿qué certeza había de que las personas que aparecen en el video hayan cometido el secuestro; y eventualmente el homicidio? ¿Se puede afirmar, del mismo modo que esas personas fueron quienes lo hicieron? No existe aún investigación del caso concreto. Sólo indicios. Un video, cierto. Pero en el mismo se aprecia que cargan una bolsa negra la cual suben a la cajuela de un taxi ¿ahí estaba la niña? ¿Y si sólo fueron quienes estaban a cargo de deshacerse del cuerpo? ¿Se hizo “justicia”?
Quiero aclarar que a mí me indigna las cifras que expuse, espero que tanto como a quien me lee. También, el que una niña haya tenido que pasar por eso. No lo merece. Nadie merece la muerte con violencia. Y sí, tampoco lo merecía la mujer que fue agredida por la población en general.
El hartazgo conoce de un origen más profundo. No se trata incluso (sólo) de una crisis de Derecho. Lo es también de Estado. De Poder. Estos tres elementos son interdependientes. Por un lado, el meta-Estado legitima al Derecho; al primero lo crea la Sociedad, el acuerdo, su práctica; y en consecuencia, dota a ambos de Poder. Ya dije que el Derecho es constructo y práctica. Porque tanto es impuesto como experimentado. En México, cada mañana escuchamos como se rechaza el discurso del Derecho por uno de sus Poderes. Cada día, vivimos en crisis. No existe un equilibrio entre los elementos dichos y tampoco lo existirá, desde mi posición, sino hasta asumir el Derecho, como una convención fundamental para la vida en sociedad.
De tal suerte, no significa que lo que vivimos hoy no haya de repetirse. Los conflictos forman parte de nuestra memoria (individual y colectiva). Somos seres conflictivos. Hay que asumir eso también. Pero hemos ido —y seguimos— (re) aprendiendo, transformándonos, cambiando el fuego y las armas por el diálogo. No quiero que esto suene diplomático. Es más bien, argumentativo. Pues precisamente uno de los elementos de este último concepto es el conflicto mismo. Nuevamente, somos seres del conflicto ¿qué podemos hacer a partir de tal afirmación? Matarnos violentamente unos a otros o intentar resolver nuestros problemas a partir y a través del diálogo; de la emoción y la razón.
El problema, en consecuencia, no es sólo la indignante realidad que vivimos en México (y el mundo) sino la crisis que existe. De Poder, Estado y Derecho. De Sociedad. De Razón. Es más, cuando digo crisis, lo estoy haciendo en un sentido que no refiere la inexistencia de tales elementos; pues es cierto que subsisten en nuestro plano. Pero se hayan en manos de sectores que poco favorecen a la construcción de una cultura de paz.
Por tanto, es importante no perder de vista el enfoque justificativo de los hechos, las formas y los fondos. No es tan simple como se cree, es decir, no basta con hacer justicia por propia mano. Habríamos de reconocer nuestra incapacidad para resolver conflictos más allá de la violencia. Sería como regresar al pasado, lo cual es imposible porque el pasado no existe sino más que en función de quien (es) lo recuerda (y lo experimenta) a partir del presente. Un paso más allá, habríamos de dejar de conformarnos con esta clase de linchamientos y comenzar a preguntar y proponernos cómo y de qué manera (s) podemos participar en la construcción de sociedades más dignas.
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