lunes, 26 de agosto de 2024

Derecho difícil o difícil Derecho

¿El Derecho es difícil? No y sí. Depende ¿de qué? Primero, de qué entendemos por Derecho; luego, acerca de lo que entendemos por difícil. Aun así, seguiría dependiendo del contexto ¡qué complicado! Exactamente, prefiero reconocer al Derecho como un fenómeno complejo. 

Desde mi posición no creo que el Derecho deba ser difícil, yo apuesto por migrar a un Derecho cada vez más sencillo y claro. Por supuesto, sin desatender el reconocimiento de su complejidad. Pero es que asumirlo como algo difícil, de principio, limita el interés por el mismo; dejándolo en manos de los abogados. De hecho, el Derecho es algo tan complejo como para dejarlo en manos de abogados…

Regreso. El Derecho cansa, se vuelve difícil, agotador, exasperante y hasta frustrante. En algún momento dije, el Derecho duele. Sin embargo, somos nosotros quienes en realidad complejizamos el fenómeno jurídico al grado de volverlo sumamente difícil

¿Contradictorio? No. Ahora lo supero: el Derecho puede y debe complejizarse. Lo difícil es, por definición, algo que requiere cierto grado de pericia para manejarse; algo que es poco probable; o lo que no se hace con facilidad (recurriendo a su etimología). De acuerdo. Vivimos un Derecho que en sí mismo es complejo (o difícil) pues por principio de cuentas, nosotros somos seres complejos (o difíciles), y si nosotros somos quienes creamos el Derecho, su resultado, como respuesta a la propia dinámica social es algo complejo, complicado, difícil. Pero, porque digo que también nosotros lo complejizamos, bueno, pasa que dependiendo la postura que asumimos frente al Derecho, el mismo puede o complicarse o también simplificarse.

Pensemos, por ejemplo, que alguien asume que el Derecho es (sólo) un conjunto de normas imperativas y atributivas; estáticas, frías. Pues bien, esa persona supongamos que es un juez; a este personaje le corresponde resolver un caso en donde un matrimonio homosexual decide adoptar a una infancia. Han cumplido todos los requisitos administrativos de su Entidad, pero, en la misma no se reconoce a la familias homosexuales, es más, ni siquiera reconocen el matrimonio igualitario —por supuesto que se trata de un ejemplo previo al pronunciamiento de la SCJN— ¿qué debería hacer nuestro juez? Bien podría, limitar su actuación a lo que su juicio le dicta: obedecer la ley, cumplirla, aplicándola. Niega la adopción. 

Precisamente, la descripción que acabas de leer constata 2 puntos importantes: primero, la sola narrativa expone lo difícil que se vuelve el Derecho (entendido como instrumento de resolución de conflictos sociales) para dar respuesta al ejercicio de derechos que se practican, tanto por el matrimonio y, en especial, la infancia próxima a ser adoptada (en este caso). 

Lo segundo es que, precisamente lo que se supone que tendría que ser un proceso, eficiente, efectivo, eficaz y sobretodo respetuoso de los derechos humanos, se torna en un entramado burocrático donde lo que más importa es cumplir con las formalidades. Dejando de lado lo que pueda —y debería— importarle al Estado acerca del niño o niña de este “ficticio” ejemplo; así como los derechos del matrimonio, etc.

Sobrarían los casos que, como este, patentan lo complicado que volvemos el ejercicio del Derecho. Pero ojo, no sólo es un defecto de los operadores del sistema judicial, o los legisladores, ni siquiera lo es en exclusiva del trabajador que negó el proceso de adopción y que orilló al matrimonio a recurrir al aparato jurisdiccional. Pues aún podríamos seguir escribiendo respecto a las siguientes instancias. No. Esto es algo de lo que cada uno forma parte del problema y al mismo tiempo, paradójicamente, de la solución. 

La invitación, por tanto, es a que nos detengamos un momento a pensar en nuestro Derecho actual ¿nos gusta así como está? ¿Podemos hacer algo al respecto? ¿Qué? Dejó abiertas las preguntas para que cada quien las responda como le plazca. Sin dejar de decir qué tal y cómo es actualmente el Derecho, es producto de nuestra sociedad y ahora, es también nuestra sociedad actual, la que cuenta con la capacidad de crear el Derecho que queramos, merecemos y esperamos. Uno que quizás no se vuelva tan difícil…

Por mi parte, seguiré escribiendo, pensando y reflexionando. En especial, seguiré creando el Derecho que más me gusta: uno bello, artístico y hasta cómico. Al final, cada uno vive el Derecho a su manera. 

Lo cierto aquí es que, en cada una de las experiencias, independientemente de su origen y contexto, podemos encontrar que, compartimos algo más que sólo el tiempo y el espacio. Compartimos el Derecho, es algo así como un lugar común en la historia de la sociedad. Es nuestro Derecho porque no es de nadie. 

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