Hoy tomé una clase de argumentación; lo plantearon como un taller (teórico y práctico, decía el cartel). Durante la sesión, tuve oportunidad de contrastar mis ideas; de hecho estaba de acuerdo con la mayoría de los —para valerme del ejercicio— argumentos del ponente. De hecho, tal fue mi coincidencia, que justamente por eso me atreví a cuestionar las ideas/argumentos (indiscriminadamente pues en realidad eso parecían) que se ofrecieron en clase.
La posibilidad fue uno de los puntos que quise acentuar, es algo que recién comienzo a asimilar en mi sistema de pensamiento, intentando vencer (o ignorar, si es posible) el binarismo platónico que margina el razonamiento entre el ser y el no ser. Y es que para que algo sea posible, precisamente tiene que no ser. Como yo. Que quiero dejar de ser para poder ser de nuevo. De nuevo…
Creo que no es posible esperar menos de una sesión dirigida por un filósofo, inevitablemente había que preguntar, que cuestionar y poner en duda cada una de las proposiciones en oferta. De qué otra forma podría imaginarse la experiencia filosófica sino más que a través de la constante pregunta por el por qué ¿Por qué? Porque siempre permite abrir una nueva pregunta ¿por qué? Porque no busca una respuesta sino un cuestionamiento ¿por qué? Porque es como puede conocerse, desconociendo ¿por qué? Porque para conocer, primero hay que desconocer; tanto como para ser, hay que no ser primero. Dejar de ser.
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