miércoles, 24 de abril de 2024

Dos caras, una moneda

Hace unas noches compartí fuego con unos biólogos

Reconocer mi ignorancia me coloca en la posibilidad de explorar y curiosear, de aprender ¿Qué es eso? Aprender implica recordar, fijar en la memoria, no necesariamente memorizar. Aprender necesita reflexionar: el estudio (la teoría) y la experiencia (práctica)

Pasa que la teoría y la práctica están unidas, pegadas, inseparables. No hay una sin la otra. Otra sin la una. Como dos caras de la misma moneda ¿la única? No. Por supuesto que hay otras. Caras y monedas. 


Entonces ¿por qué existe tanta resistencia? ¿La teoría se resiste o nos resistimos a la teoría? Hay práctica; dijeron los biólogos. Pero no hay práctica sin teoría. Ellos también teorizan, mientras y a partir de su práctica. Espero…


Es interesante observar cómo piensan, pregunté: ¿de qué manera conocen a la  biología? ¿Cómo son sus clases? ¿Qué lee un biólogo? ¿Cuáles son sus sistemas de pensamiento, de razonamiento? ¿Uno nomás o varios? Dudo. Pero creo que es instrumentalista o performativo (en términos del lenguaje).


Utilizo la metáfora de la moneda porque cumple para mí un doble propósito (quizá múltiple). Por un lado, me permite reivindicar una imagen que se tiene, por así decirlo, viciada en el mundo del Derecho —del occidental y la tradición germana— ¡Gracias Kelsen! ¿Gracias?

Por otro lado (la otra cara —pero de otra moneda—) consiste en reconocer precisamente eso: la multiplicidad de monedas que hay. Vaya… es evidente que en el mundo no hay sólo una moneda. 


Monedas, por tanto, créditos. De esos que no se gastan pero se invierten. O no. Quizá sí se gastan (se acaban). Tal vez es sólo El Capital aquel que me orilla a pensar en esto (monedas, gastos, inversiones). 


De una u otra cara, la moneda de este ensayo es la misma. Esta es la moneda teórico-práctica; práctica-teórica. Moneda. Una. Ninguna. Dos (caras) una (s) moneda (s).


cacf 

domingo, 21 de abril de 2024

¿Qué es el Teatro?

El Teatro es la existencia.

Aunque quizá lo que piense ahora dejará de ser lo que crea mañana. No hay verdad. Hay juego. El Teatro es juego, juego en serio. Sueño, diría Calderón.

Asumo que, como persona, soy personaje, máscara. De hecho, comparten el étimo; desde su nacimiento han estado ligados más que como gemelos, diría que como siameses. Por tanto, ser persona es ser actor y ser actor es ser persona.

Actuamos; casi todo el tiempo, tal vez todo si considero la muerte, pero aún no estoy muerto. Actúo. Lo hago desde que estoy vivo; desde que tengo memoria. Se actúa en casa, la escuela, la oficina, en el parque, el Teatro y la vida. Actuamos.

¿Dirigimos? Sí y no. A veces se nos dirige; otras, nos dejamos dirigir; también en el contexto teatral convenimos en la necesidad de directores. Me pregunto: ¿son necesarios? ¿Necesitamos dirigir nuestras vidas, nuestras acciones? ¿Pueden dirigirse? No lo sé. Actúo. Acciono. Vivo.

Jugar en el Teatro de la vida implica asumirnos actores, directores, espectadores y autores de nuestros dramas y comedias. Cambiar de máscara. Actuar. Jugar. Reír. Soñar. Teatrar.

Al artista se le reconoce. Siempre en función de su arte. Es el arte del actor lo que puede volverlo artista. Siempre desde el exterior. Los grandes artistas no se reconocen a sí mismos como tales. Pero ¿qué es el arte? ¿Actos creativos? ¿Creación? ¿Estéticas? ¿Acciones? No sé. Actúo. Vivo. Hago. Soy. Teatro. 

cacf 

miércoles, 17 de abril de 2024

De un Derecho necio a uno sin permiso

Contrario al acuerdo común. No creo que por los derechos se luche, al menos no en función de la guerra; se lucha todos los días, se conquistan en función de la sociedad, de la argumentación. Se reconocen. 

Durante muchos años la postura imperante en el ámbito jurídico atendió su aspecto formal y normativo. La tradición jurídica era —y penosamente sigue siendo— positivista. Cierto que, surgió como reacción el realismo jurídico. Pero no era más que otro enfoque del positivismo. Esto nos colocó en una situación compleja, inmóvil, inerte.


El resultado de genocidios mundiales trajo consigo una nueva visión del Derecho. Las Reglas cambiaron. Aparecieron los Principios. Los Valores. 


Entonces ¿por qué un Derecho necio? Precisamente porque la atención estaba ubicada en aspectos de forma y no de fondo (contenido). Porque era más importante cumplir con cada uno de los pasos previstos —en la ley— en aras de certeza, antes que en visualizar y justificar el componente axiológico del proyecto e incluso de la misma ley. Por tanto, el Derecho se hizo necio: habría de hacerse lo que la ley dijera sin importar tanto qué estaba diciendo; “la ley es dura pero es la ley”.


Para superar el problema que podría representar afirmar que existe un contenido moral (axiológico) en las leyes; basta decir que cada persona o personas —incluyendo por supuesto a los legisladores— se desenvuelven a partir de un determinado sistema de valores, de muy distinta procedencia: cultural, religioso, político (partidista), social, familiar; en suma, contextual, y en consecuencia temporal y espacial. Por lo que dicho sistema o sistemas de valores cambian constantemente. Pero no desaparecen, ni mucho menos en razón de la supuesta pureza del Derecho; la objetividad propia de la  “ciencia jurídica”. Yendo más allá: cada palabra —asumiendo que somos lenguaje— contiene una carga valorativa; nuestro nombre particular posee en sí mismo un juicio de valor. La memoria se ocupa de determinar dicha carga.


Volviendo al punto titular de este ensayo sostengo que, un Derecho sin permiso es aquel que parte del Postpositivismo o del No Positivismo Incluyente. En el modelo de Estado Constitucional de Derecho (fuerte) no es necesario “pedir permiso” para ejercer un derecho. Se reconoce la ética como piedra angular de la producción, interpretación y aplicación del Derecho: a partir del discurso de Derechos Humanos y sus máximas; el Bloque Constitucional; los Principios y Valores jurídicos contemporáneos.


En consecuencia, el derecho no se exige, sencillamente se reconoce. Se asume y con el paso del tiempo (y la práctica/experiencia) se intuye.


Un Derecho sin permiso es aquel que nos corresponde como sociedad actual, una sociedad que se construyó a partir de sangre y guerras pero también de acuerdos y diálogo. Hoy, por eso, hay que apostar más que nunca a estas últimas herramientas, reconocer el poder de la palabra, del lenguaje. Somos seres del lenguaje. Capaces de convenir y superar nuestros problemas y/o diferencias mediante actos dialécticos; de argumentos o entramados argumentativos: como es el caso del Derecho.

cacf 

La fila de Costco

Hace unos días fui comprar una pizza a Costco. Me resultaron muy interesantes las filas que las personas hacían en la fuente de sodas, parti...