viernes, 29 de marzo de 2024

El derecho Duele

En principio, había pensando titular el presente ensayo: “difícil Derecho o Derecho difícil” pero me di cuenta que no es de aquel planteamiento de lo que quería hablar. En realidad estoy interesado más en compartir cómo el Derecho visto al derecho, duele, y duele mucho…

Primero quiero aclarar que ver derecho al Derecho implica asumir que la práctica jurídica es una cuestión puramente normativa y formal (en el sentido peyorativo de las formas). Ahora, claro que el Derecho tiene que ver con normas generales —aunque cabría decir disposiciones— pero también con Principios y Hechos particulares; por otro lado, el sentido no peyorativo de las formas tendría que coincidir con lo que serían los límites del Derecho, permitiendo distinguir cuando algo deja de ser jurídico.

Las primeras acepciones las describo a continuación: asumir que el Derecho sólo tiene que ver (o se compone) de normas —disposiciones— reduce mucho la comprensión del fenómeno jurídico. Lo relega a una cuestión estática, “fría”, inmóvil. Bastaría pues, con conocer (o mejor, memorizar) tales normas tanto como para decir que se sabe/conoce de Derecho. Por supuesto que esto no es así. Cómo puede advertiste, la correspondencia se da con el pensamiento jurídico propio del positivismo normativista. Kelsen, Hart, y sucesores. Por otro lado, la visión formalista del Derecho es aquella que, en el razonamiento jurídico, se basta con el método lógico-formal para dar cuenta de las respuestas a los problemas con los que se enfrenta el Derecho. Vale decir que tales ni siquiera son problemas —en sentido estricto— pues el mismo método silogístico es suficiente para resolver los conflictos del fenómeno; a partir del famoso silogismo subsuntivo (ya sea para afirmar o negar). Su correspondencia vendría a ser la escuela de la exégesis, por mencionar alguna. 

¿Qué implica visualizar derecho al Derecho entonces? Reducción. Es más, me atrevo a decir que trivializa al Derecho. Lo vuelve algo (aparentemente) sencillo. Veamos, hay una ley vigente, un caso que se adecúa a lo descrito en tal ley, apliquémosla. No es posible aplicarla, bueno, hagámoslo de todas formas y esperemos a que un Tribual de mayor jerarquía se ocupe de enmendar el error; o confirmar el sentido del juez inicial. Ahora, no quiero ser sancionado por mi superior jerárquico, pues entonces haré el ajuste necesario para que sea aplicable la ley. No puedo recurrir a la analogía, está bien, lo haré por mayoría de razón, apelaré a las máximas de experiencia, o en su caso, a la costumbre y la tradición. Con tal, son fuentes indirectas del Derecho. 

A propósito de las fuentes, lo anterior resalta cómo es que sigue visualizándose a estas desde la perspectiva del Estado (nacional). Esto quiere decir que no se ha concedido el fenómeno de la globalización en el Derecho o si se quiere la Globalización Jurídica. Como consecuencia, no hay posibilidad si quiera de un control difuso de la Constitución; ya no se diga de la Convencionalidad. 

¿Pero por qué duele? No por la trivialización, no por la reducción simplista. Sino por los efectos que producen las decisiones que en ese nivel de articulación de ideas generan ambas posiciones. Un Derecho que nace muerto. Un no Derecho. Quizá ese habría sido un mejor título. Pero me interesa mucho más dejar claro que el Derecho, visto así, causa dolor.

Por tanto ¿qué es el dolor? El DLE propone dos acepciones: 1) sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior; 2) sentimiento de pena y congoja. Lo interesante aquí es que ambas proposiciones coinciden en sus términos sinónimos: daño, tormento y tortura.

Fácilmente, uno podría pensar, se trata de un dolor físico, es decir, corporal. Pero es que el cuerpo no sólo se refiere al conjunto de los sistemas orgánicos que constituyen a un ser vivo. También tiene que ver con aquello que tiene extensión limitada y es perceptible por los sentidos —como es el caso, el Derecho se siente—; incluso el mismo diccionario reconoce como definición de cuerpo: a la colección de leyes civiles o canónicas —aplicable al derecho—. De tal suerte se puede inferir que, en el Derecho visto al derecho le corresponden una serie de daños, tormentos y torturas. 

Retomo mi ensayo inmediato anterior, lo ocurrido en Taxco, Guerrero. Es prueba de la lastimosa realidad jurídica nacional. Hoy mismo leía que el  Estado trataba de justificar la inacción de los cuerpos policiales a partir de la inexistencia de una orden formal de detención. Quizá, sólo quizá, se habría podido evitar el linchamiento y con ello la muerte de la mujer identificada como la presunta secuestradora y homicida de la niña. No en razón de una orden de detención, sino en atención al hecho de que había más de 50 personas rodeando su hogar dispuestas a acabar con ella y su pareja. Incluso, por salvaguardarles junto con su hijo, hasta en tanto se procedía con la investigación correspondiente.

Duele que una cuestión de forma y no de fondo haya traído como consecuencia un doble —y quizá en este momento triple— homicidio. Duele que se haya pensado, desde el Estado (en crisis) que la responsabilidad haya sido de los padres de la niña por no haberla vigilado lo suficiente. Duele lo que hizo la muchedumbre con la familia que había sido identificada como la (aparentemente) responsable. Duele la ira y el resentimiento social. Duele que no se busque justicia sino venganza. Duele cómo se percibe a nuestro sistema institucional: ineficiente, incapaz, innecesario. Duele el Derecho. 



jueves, 28 de marzo de 2024

La crisis del Derecho

¿El Derecho está en crisis? Sí. Ha perdido su legitimidad. Se debilita. En México, la sociedad no cree en él; en sus Instituciones, sus Instancias; en su discurso. Es una pena, una muy profunda.

Hoy, mientras navegaba por X, me encontré con una prueba más de ello. Hoy se cometió un doble homicidio —por citar un caso—. Aquí mueren 81 habitantes al día según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), de 2023. Y es que en Guerrero, a una mujer y un hombre se les vincula con la comisión de un delito en contra de una niña, quien fue secuestrada y privada de la vida. Los pobladores enardecieron más allá de las redes sociales, donde se difundieron datos personales de los presuntos responsables, así como la ubicación de su domicilio.

Bueno, es un hecho lamentable aquello que padeció la infancia. Sin duda. No creo que exista algo más importante que la atención y procuración de la felicidad de la niñez. Es sólo que no puedo evitar dejar de hacerme preguntas cómo: ¿qué certeza había de que las personas que aparecen en el video hayan cometido el secuestro; y eventualmente el homicidio? ¿Se puede afirmar, del mismo modo que esas personas fueron quienes lo hicieron? No existe aún investigación del caso concreto. Sólo indicios. Un video, cierto. Pero en el mismo se aprecia que cargan una bolsa negra la cual suben a la cajuela de un taxi ¿ahí estaba la niña? ¿Y si sólo fueron quienes estaban a cargo de deshacerse del cuerpo? ¿Se hizo “justicia”? 

Quiero aclarar que a mí me indigna las cifras que expuse, espero que tanto como a quien me lee. También, el que una niña haya tenido que pasar por eso. No lo merece. Nadie merece la muerte con violencia. Y sí, tampoco lo merecía la mujer que fue agredida por la población en general.

El hartazgo conoce de un origen más profundo. No se trata incluso (sólo) de una crisis de Derecho. Lo es también de Estado. De Poder. Estos tres elementos son interdependientes. Por un lado, el meta-Estado legitima al Derecho; al primero lo crea la Sociedad, el acuerdo, su práctica; y en consecuencia, dota a ambos de Poder. Ya dije que el Derecho es constructo y práctica. Porque tanto es impuesto como experimentado. En México, cada mañana escuchamos como se rechaza el discurso del Derecho por uno de sus Poderes. Cada día, vivimos en crisis. No existe un equilibrio entre los elementos dichos y tampoco lo existirá, desde mi posición, sino hasta asumir el Derecho, como una convención fundamental para la vida en sociedad. 

De tal suerte, no significa que lo que vivimos hoy no haya de repetirse. Los conflictos forman parte de nuestra memoria (individual y colectiva). Somos seres conflictivos. Hay que asumir eso también. Pero hemos ido —y seguimos— (re) aprendiendo, transformándonos, cambiando el fuego y las armas por el diálogo. No quiero que esto suene diplomático. Es más bien, argumentativo. Pues precisamente uno de los elementos de este último concepto es el conflicto mismo. Nuevamente, somos seres del conflicto ¿qué podemos hacer a partir de tal afirmación? Matarnos violentamente unos a otros o intentar resolver nuestros problemas a partir y a través del diálogo; de la emoción y la razón.

El problema, en consecuencia, no es sólo la indignante realidad que vivimos en México (y el mundo) sino la crisis que existe. De Poder, Estado y Derecho. De Sociedad. De Razón. Es más, cuando digo crisis, lo estoy haciendo en un sentido que no refiere la inexistencia de tales elementos; pues es cierto que subsisten en nuestro plano. Pero se hayan en manos de sectores que poco favorecen a la construcción de una cultura de paz.

Por tanto, es importante no perder de vista el enfoque justificativo de los hechos, las formas y los fondos. No es tan simple como se cree, es decir, no basta con hacer justicia por propia mano. Habríamos de reconocer nuestra incapacidad para resolver conflictos más allá de la violencia. Sería como regresar al pasado, lo cual es imposible porque el pasado no existe sino más que en función de quien (es) lo recuerda (y lo experimenta) a partir del presente. Un paso más allá, habríamos de dejar de conformarnos con esta clase de linchamientos y comenzar a preguntar y proponernos cómo y de qué manera (s) podemos participar en la construcción de sociedades más dignas. 

domingo, 17 de marzo de 2024

Valor cero del Derecho

Soy un tramposo, un mentiroso. Porque cuando digo valor cero del Derecho, hablo más de los Derechos Humanos que del Derecho en sí mismo ¿serán acaso lo mismo? Hoy en día (casi) puede sostenerse en afirmativo la respuesta a la pregunta. Sencillamente porque la fuente principal del Derecho es el discurso (ético) de Derechos Humanos. El bloque de constitucionalidad. 

¿Por qué valor cero? Porque en el plano etéreo (dimensión normativa) su valor es igual entre cada uno de ellos. No hay un derecho más importante que otro. Incluso, el valor cero es sólo una referencia, una trampa del lenguaje que persigue llamar la atención de quien me lee. Puede llamarse X, Y, N, etc. lo que importa es la nula jerarquía entre estos.

Sin embargo, cuando los hechos (dimensión fáctica) del Derecho entran en acción. Claro que los Principios se someten a valoración. Estableciendo un ejercicio de ponderación y proporcionalidad puede llegarse a limitar un Derecho Fundamental. Siempre, cabe aclarar, en atención al caso concreto. 

Bueno, ¿entonces en el Derecho hay valores? Sí. No todo es igual a cero. Lo cierto no tan cierto es que lo que suele enunciarse como valores jurídicos tiene poco que ver con los criterios valorativos contemporáneos del fenómeno jurídico. A saber, el valor de certeza y el de seguridad jurídica son dos valores que han perdido su fuerza en la actualidad. Desde la visión positivista, cabe decir que las leyes no son ni seguras ni certeras. Están plagadas de vaguedades, ambigüedades y hasta contradicciones. En consecuencia, cuando de valores hablamos (en la contemporaneidad jurídica) estamos refiriéndonos a Derechos Humanos. 

miércoles, 6 de marzo de 2024

Absolutos Derechos

No hay derechos absolutos ¿hay absolutos derechos? ¿No es lo mismo? Me duele la cabeza. No creo en absolutos. No lo somos nosotros. Tampoco lo es el concepto de dios. No hay dios. Ni nosotros. El límite somos nosotros mismos ¿contradicción? Sí. Somos contradictorios, mediocres, ignorantes, olvidadizos, y también, olvidados.

Tenemos derecho (s): a la vida, a la muerte, a la presencia y también a la ausencia. Yo mismo me he ausentado de este blog, de mí, de mis ideas. Me gusta alejarme de ellas, pero no que ellas se alejen de mí. No me gusta dejar de pensar. No puedo. Entonces, para qué no pienso. Porque tengo derecho a no hacerlo. Siento y no; creo y no; recuerdo y no; soy ¿o no?

Para el Derecho me volví suyo. Yo no soy mío. No soy de nadie. Ni del Derecho. Soy-Derecho-Derecho-Soy. Somos Derecho porque Derecho Somos. Lenguaje.

No hay verdades absolutas y esto es absolutamente verdadero. La verdad no existe.

¿Qué me pasa? Me alejé del centro. Centro, qué concepto tan curioso… ¿cuál es el centro? ¿El Derecho? ¿Yo? Nada ni nadie. Entonces ¿hay o no hay derechos absolutos o absolutos derechos o lo que sea que haya? ¿Hay? ¿Hay Derecho? ¿Hay algo? Instantes. Cada tecla que rozo, cada letra que se escribe, cada ley que se promulga y cada sentencia que se emite. Lenguaje. Cada decisión que se toma y no se justifica; también las que sí lo hacen.

Estoy y de pronto dejo de estar. Cómo el o los Derechos; sus escuelas; sus ideas y sus defensores. Naturalismo, positivismo, realismo, no positivismo (incluyente, excluyente, etc.) ¿hay o no hay? Puede haber o no. Me resisto a afirmarlo, no puedo, no quiero.

Por tanto, puede haber Derechos absolutos, hay quienes dicen que es la Dignidad, otros la vida. Yo no creo en eso. No hay Derechos absolutos. La dignidad y la vida, como Derechos Fundamentales se pueden restringir (a veces se deben) ¿quién lo decide? Los operadores fácticos: decisores (en sentido amplísimo). Nosotros. Decisores. Tú y yo. Yo y tú ¿o no?

lunes, 4 de marzo de 2024

Derecho-Dado

Ya he dicho que el Derecho se desenvuelve en una multidimensionalidad. Ahora bien, para ser más claro conviene recurrir a la imagen siguiente: un dado. Sí, el curioso cuerpo geométrico que solemos utilizar en juegos de mesa, de azar, y hasta en la cábala ¿por qué un dado? El cubo tiene más-caras que un simple y plano cuadrado. Asomarse al Derecho de manera plana indicaría el ser positivista. Ahora, el cubo puesto sobre la mesa no expresa necesariamente la correspondencia con el modelo típico del dado; por lo que puede que haya más que la suma de sólo un punto por “cara” hasta llegar a seis. Imaginemos la mesa, el dado, la cuenta de cada uno de los puntos que se van agregando en correspondencia con el número de caras que posee el dado (máximo 6) que es a los que solemos estar acostumbrados ¿podemos afirmar que hay correspondencia? ¿Necesariamente hay sólo ese número de puntos (6 máximo)? No. Puede que agreguemos más puntos a cada cara, puede también que no agreguemos ninguno, puede que sea un dado pelón. Sin puntos, sólo caras. Entonces ¿esto qué tiene que ver con el Derecho? Perspectiva. Es cuestión de prestar atención a lugar desde donde se presta atención. La realidad es tan subjetiva como la misma caída, producto de la gravedad. Si tiráramos el dado en el espacio no se caería, flotaría. O haría algo distinto a flotar o caer pues estas últimas categorías son subjetivas, fuimos nosotros quienes establecimos qué es caer o qué es flotar. Por extensión, el dado del Derecho puede también significar más que sólo normas, principios, valores, personas, derechos subjetivos y argumentos. Quizá en unos años esto deje de ser objeto de estudio del Derecho y se funde con la Ética y el Discurso, o quizá no. Puede desaparecer, como vamos a desaparecer nosotros.
Conviene aclarar también que si de dados, puntos, y derechos se trata el común entre estos es el acuerdo. Acordamos lo que decimos que es un dado, un punto y un derecho (también en plural: dados, puntos y derechos). Los puntos dados en el Derecho son producto de la intersubjetividad. La ciencia, la política, la religión, la cultura y hasta el lenguaje son acuerdos. Productos de la construcción social. De la práctica. En consecuencia, hoy hablo del Dado en el Derecho. Del Derecho-Dado. Mañana, quién sabe…

La fila de Costco

Hace unos días fui comprar una pizza a Costco. Me resultaron muy interesantes las filas que las personas hacían en la fuente de sodas, parti...