viernes, 13 de septiembre de 2024

El pobre pendejo que se cree filósofo

Quizá la frase que más he escuchado cuando entre mis pares resulta que hay ocasión de compartir un foro, clases o sencillamente una conversación. 

¿Qué es la filosofía? Un estilo de vida.

Gracias a Kant, principalmente, la visión que se tiene del filósofo suele tener tintes de académico. No somos el mismo tipo de animal. Siguiendo a Aristóteles, somos animales políticos y los filósofos los mejores para dirigir a la comunidad (la Polis). 

Bueno ¿entonces hacemos filosofía aristotélica? ¿Griega? ¿Clásica? No necesariamente. En términos de Gustavo Bueno: hacemos filosofía para el presente. 

He dicho aquí en mis ensayos que el tiempo es una construcción (igual que el Derecho, igual que nuestra realidad); pero no es más que un juego del lenguaje. Hablando como Derrida, todo lenguaje es juego. En todo juego cabe la trampa y por tanto, estamos ante juegos y trampas del lenguaje.

Esta vez toca hablar de algo que me acompaña desde hace un par de años a la fecha: hacer filosofía práctica ¿qué es esto? Vivir a partir de la filosofía (como un estilo de vida) inseparable de su dimensión ética. 

Cuando invocan la frase que titula este escrito se desvelan por lo menos dos impresiones: 1) que existe un desprecio por la filosofía, en consecuencia, por la reflexión; la crítica que provoca la duda; un rechazo al interesante acto de pensar. 2) que no hay una perspectiva clara acerca de lo que la filosofía implica en el acto de vivir —este desconocimiento me preocupa— pues ignorar la filosofía es ignorar su propia posición en el mundo. Mundo al que pertenecemos todos, del cual cada uno forma parte de una u otra manera. Si somos animales políticos, no hay nada más político que vivir en sociedad (local, nacional y mundial). 

Por último, hacer filosofía es algo que cada uno de nosotros hacemos en nuestro día a día. Cada quien tiene una visión acerca de los postulados más profundos que trata el discurso filosófico: la vida; la muerte; el concepto de Dios; del Ser; el No Ser; la nada; el todo. Cada uno vive pues, su propia filosofía. Su propia realidad. En términos de la florida frase: cada uno es un filósofo de su propia vida. 

lunes, 9 de septiembre de 2024

Rap y Derecho

Me confieso seguidor del género. El hiphop ha representado en mi vida más de lo que imaginé cuando recién me acerqué al rap a los 8-9 años. Con ello vino el gusto por el grafiti y también el breakdance; hace no mucho tiempo me propuse llegar a mis 3 décadas con al menos un par de movimientos a ras de piso: molinos y tijeras son mi objetivo.

Bien, me acerqué a mis sueños de ser rapero cuando, junto a mi amigo Bruno, el DJ Dubtor, fundamos “La Resistencia” un proyecto de rap protesta antisistema por allá del 2021; debo decir también que no hicimos más que 3-4 presentaciones en vivo y dejamos descansar el dueto y la amistad. 

¿Qué tiene que ver esto que acabo de escribir con él rap y el Derecho? Voy a ello: por principio de cuentas hay que aclarar que el rap (hiphop) se manifiesta como una expresión de la cultura oprimida que, a partir de sus letras y su música, protestan y exigen se cierre la brecha de discriminación racial, se reconozcan en igualdad de condiciones: derechos y oportunidades para sus exponentes; y se respete su libre manifestación de ideas (en algunos casos y diferentes latitudes, el peso de la pluma de un rapero les costó la vida).

A lo largo del tiempo, el género ha cambiado y con ello también se han vuelto comunes otras expresiones, desde mi perspectiva, igualmente legítimas que la original. Aquí se trata del ejercicio del derecho a la libertad de expresión.

Luego, en la narrativa que tejen los raperos encontré una dimensión bastante interesante (desde mi posición como argumentador jurídico) referente a los actos dialécticos. En concreto, en el formato de (relativamente) reciente auge como lo son las conocidas como “batallas de gallos”.

En realidad, las batallas de rap son la expresión más popular del diálogo que, aunque recurre en muchas ocasiones a falacias, pretende (en su forma) integrar una conversación/discusión que admita un ganador —también por eso el concepto de batalla— pues se sabe que en la guerra hay un vencedor y un vencido. Hoy por hoy, desde la teoría de la argumentación, no es necesario un ganador sino que se persigue un acuerdo; y este se configura como el mejor argumento. 

Aunado a ello, quiero contarles que esta idea surgió concretamente cuando escuché la sesión de Bizzarap y Residente. En ella, aunque no sea un formato de batalla (estilo Redbull) como al que me referí en principio; queda patente el acto mismo que enuncié: dialéctico. Es de dominio público que René Pérez (Residente) rapea dirigiéndose a José Osorio (J Balvin); a través de un juego del lenguaje que a mí personal punto de vista me parece excepcional. Pues no solo responde a lo que José había hecho (las playeras de hotdog, por ejemplo) sino que además persigue justificar su posición como, en sus palabras, el King Kong del rap. 

Seguimos, ¿qué es el acto dialéctico? Quizá una de las formas más antiguas de producción del conocimiento, el diálogo ha pervivido desde la era presocrática, la Grecia clásica (piénsese en los Diálogos de Platón, por ejemplo).

Así como en la cultura moderna y contemporánea con expresiones cada vez, desafortunadamente, más triviales: los Diarios de Debates que existen como registro en el Poder Legislativo de la Unión; hasta los formatos que recientemente presenciamos en aras del proceso electoral 2023-2024 en México, ese desafortunado espectáculo que consiste en hacer “discutir” a los candidatos contendientes a un cargo de elección popular. Aunque aclaro que en este último no hay diálogo sino ataque constante e ininterrumpido, siguiendo la premisa de la razón de la fuerza antes que de la fuerza de la razón. 

En el rap nacional, la escena está incluyendo cada vez a más personas y lo celebro. Hace muy poco hubo una de estas batallas con formato Redbull entre comediantes (justamente estoy pensando en escribir otro texto al respecto de la comedia y el Derecho. Una primera aproximación se encuentra en el ensayo que escribí aquí titulado El Derecho es un chiste)

Algo más, si me permití contar mi experiencia frente al género es porque la relación que existe con el Derecho se manifiesta en el ejercicio de mi libre desarrollo de personalidad. Por lo que, no tengo reparo en admitir mi deseo por seguir haciendo música rap, escribiendo rimas y quizá algún día compitiendo en una de esas batallas. 

Actualmente, conviene reconocer que más que discutir necesitamos dialogar. No simular un diálogo (como ocurre en la mayoría de los “conversatorios” que organiza mi gremio en la Universidad Veracruzana y fuera de esta), no.

Necesitamos aprender a exponer nuestras ideas, reformular nuestros argumentos y con ello nuestras estructuras mentales, reconociendo el error propio y ajeno para permitir la construcción de conocimiento. En una frase, necesitamos primero aprender a hablar y, luego a rapear.

cacf 

viernes, 6 de septiembre de 2024

Del estudio a la vivencia jurídica

Recientemente, la dinámica de la vida misma me colocó frente a la oportunidad de iniciar un Club de Estudio Jurídico en la Casa de la Cultura Jurídica (CCJ) de Xalapa (qué gracioso suena cuando lo leo así, repitiendo la palabra jurídico).

Me explico para quien me lee y no sabe qué es una CCJ, en pocas palabras, se trata de una embajada de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), asumo se sabe ya que es la SCJN porque ha sido tema relevante desde hace unos días en mi país. Así que me limitaré a decir que se trata del máximo Tribunal de nuestro país, responsable de las decisiones más emblemáticas (en materia de Derechos) de los últimos tiempos. Pasando por la despenalización de la interrupción legal del embarazo; la inconstitucionalidad frente a la prohibición del consumo lúdico de cannabis; hasta el reconocimiento, por principio de igualdad, de los matrimonios homoparentales. 

Desafortunadamente, la SCJN está siendo víctima de un ataque sin parangón, proveniente de los otros dos poderes de la Unión. Una cuestión lamentable y contraria a Derecho (en el sentido opuesto a progresión/progresividad). Todo, por la multicitada Reforma Judicial. De la cual, me he ocupado parcialmente en mi ensayo anterior; así como en mis recientes publicaciones de videos en la plataforma TikTok. 

Hoy, traigo a colación estas referencias pues motivaron mi ánimo para emprender un proyecto de educación jurídica como función social del Derecho. Es bien sabido que, cuando se invoca la palabra Derecho, resulta casi inevitable pensar en conflicto (s) —y a veces su resolución (es)—, aderezado de su respectivo castigo (represión) y obligación (coacción), aunque también es común se crea que el Derecho sólo tiene esa función o finalidad (prohibitiva) ; lo cual es falso.

Sigo, al fenómeno jurídico podemos atribuirle por lo menos las siguientes funciones: 

1. Regulación del comportamiento: a través de los indicadores deónticos una norma puede regular lo que es prohibido, permitido u obligatorio para una sociedad; moldeando así su comportamiento.

2. Resolución de conflictos: la más conocida, en buena medida por las imágenes más populares del ejercicio del Derecho. 

3. Protección de Derechos y Libertades: garantizando las libertades y derechos fundamentales de los individuos.

4. Facilitación del cambio social: promoviendo el progreso social, impactando directamente en sus regulaciones normativas a través del reconocimiento mutable de valores e innovaciones tecnológicas. 

5. Mantenimiento del orden y la justicia: el Derecho asegura un sistema de justicia que busca mantener el orden social y sancionar comportamientos que violen las normas y leyes establecidas

6. Legitimación del Poder Político: sí, el Derecho no es “puro”, legitima a la autoridad y el poder de las Instituciones gubernamentales, en dos sentidos: interno, estableciendo límites al ejercicio del Poder; y externo, en atención a la sociedad concreta en términos de su organización política y en consecuencia, su práctica.

7. Educación y Formación de la conciencia social: contribuye a la formación de una conciencia social y valores colectivos, enseñando a los individuos las normas y principios fundamentales de la convivencia.

8. Promoción del desarrollo económico: creando un marco legal que favorece al desarrollo, garantizando la propiedad, la validez de los contratos y las resoluciones de disputas comerciales. 

9. Prevención de abusos de poder y corrupción: estableciendo mecanismos para prevenir y sancionar los abusos. Promoviendo la justicia y protegiendo la integridad de las Instituciones

De tal información, puede inducirse que nuestra área de estudio es mucho más amplia y compleja de lo que se nos acostumbra a visualizar; a propósito, cada una de estas funciones sociales del Derecho se encuentra intervinculada con las otras. Por lo que sólo para fines pedagógicos es que se exponen de esta manera (individualizada)

Ahora bien, acerca de la que a mí me interesa trabajar como eje central, es aquella puesta en relieve y subrayado. La CCJ Xalapa me abrió la puerta para hacerlo, y además hacerlo a mí modo: promoviendo el diálogo antes que la dinámica monodiscursiva. Así que sirva este párrafo para agradecer al maestro Yair Fuentes por confiar en mi trabajo. 

Planteamos esto como un club de estudio, lo cual es limitativo y (dicho sea de paso) tendiente al tedio. Pues suele aparejarse la práctica jurídica a actividades librescas y memorísticas, por no decir monótonas, simples y hasta triviales; no es por nada que no gocemos de una buena reputación teórica los que a esto nos dedicamos.

Así pues, decidimos migrar el club a uno de vivencia jurídica. Pues el Derecho es eso, práctica o experiencia. Una experiencia social construida e impuesta —aunque reconstruible—. De la cual participamos todos los miembros de la sociedad, indistintamente de su lugar de enunciación, presumimos que cada quien tiene una percepción de los postulados fundamentales de nuestro estudio: Derecho; Norma; Justicia; Ley; etc. 

De ahí que, en nuestra primera sesión abordásemos la distinción entre la teoría, la ciencia y la filosofía del Derecho. Ya que hemos de ocuparnos de la primera, dejando la segunda en manos de los técnicos y la tercera en manos de los filósofos. Aunque, en realidad, también llevaremos al grupo por las ramas filosóficas de nuestra disciplina, pues resulta casi inevitable hacer filosofía (jurídica) cuando se asume a esta última como lo que es: un estilo de vida. Y por tanto, una vivencia. 

Agrego aquí un enlace al grupo de WhatsApp del Club para quien guste unirse: https://chat.whatsapp.com/G2swb7urC953A534x8pz8Y

cacf

miércoles, 28 de agosto de 2024

Justificar no es lo mismo que buscar pretextos

Desde hace un tiempo el título de este ensayo a paseado por mi imaginación. No tanto como el titulo de este ensayo, sino más bien como un pensamiento auténtico que ha pugnado por salir a la calle, a callar las tantas voces que se han ocupado de decirme que siempre tengo un pretexto para todo.

Lo reconozco, de principio así fue. Precisamente buscaba contar con un “argumento” —pues casi siempre era una falacia— en favor de mi posición o en contra de la que se me convocaba; con tal de no tener que asumir responsabilidad alguna respecto a lo que ocurriera a mi alrededor. Claro que estoy hablando de mi adolescencia, esa etapa que, en lo particular, me retó al grado de casi vencerme. Aquí sigo. Lo justifico. 

Parejas, amigos, familiares y público en general sostenían que siempre tenía algo que decir. De hecho, hubo quien invocó la cantaleta: “deberías ser abogado” si supieran que es una etiqueta que rechazo, no por falta de estudio sino porque se trata de una expresión cargada de enigmas, de los cuales, las soluciones, adolecen de tacto en su expresión. Por no decir que se nos desprecia socialmente. Me incluyo.

Incluso, en este momento, somos el enemigo número uno del país con todo esto de la Reforma judicial. Pareciera que entre menos pueda decir que pertenezco al gremio más a salvo me encuentro de los espectadores y verdugos; a que si me dispongo a alzar la voz en favor del Estado. Porque realmente se trata del Estado (Constitucional de Derecho) de lo que aquí se está defendiendo. Pues, dicho sea de paso, los Derechos Humanos existen en este preciso modelo que la reforma pretende extinguir. Por ahora, me atrevo a calificarlo como un retroceso.

Pretextos, me dicen. Lo que en verdad quieren es no perder sus privilegios. Sí y no. Claro que una reforma al Poder Judicial en México se sabe necesaria. Tal y como en otras Instituciones, existe la corrupción, el nepotismo, los abusos y las fallas (sistémicas y extra sistémicas) que vuelven en ocasiones la “administración de justicia” en algo mítico o hasta legendario. Sacado casi de un cuento de hadas, o como en nuestro caso, uno de terror. 

Empero, ese no es un pretexto para proponer una idea como la que hoy es patente: jueces electos por voto popular. Nada más alejado de la configuración actual del modelo de Estado. En donde precisamente, los jueces (o decisores, en sentido amplio) se legitiman a través de sus sentencias, de sus argumentos, la justificación de sus decisiones. 

Pero bueno ¿qué implica justificar? Se trata de un acto del lenguaje, quiero decir que es algo que podemos hacer con nuestro lenguaje. Por supuesto que no me limito al lenguaje abstracto (las palabras), más bien lo planteo en términos amplios: justificar es ofrecer razones en favor (o en contra) de una determinada decisión (o postura) ¿es algo exclusivo de jueces o decisores? No. En nuestra dinámica diaria particular nos encontramos con que constantemente estamos justificando lo que decimos y lo que hacemos pero también lo que no decimos y lo que no hacemos. 

Válgame, desde porqué elegimos despertar a cierta hora; o cuando nos ponemos a elegir nuestro outfit para el día corriente; qué ruta vamos a tomar para realizar nuestra jornada; si vamos a comer carne o no, etc. vivimos en una constante justificación ¿tiene algo de malo o negativo? No. Por principio de cuentas, porque lo que llamamos malo se justifica en función de los cánones morales, así como de una ética privada. Además, en nuestra sociedad actual, tal parece que la certeza es la cúspide del conocimiento.

Afortunadamente esto ha venido cambiando. Hoy por hoy no es extraño escuchar que, el tiempo, la realidad y nuestra percepción del mundo no son más que construcciones o convenciones sociales que han permitido lo que hasta ahora tenemos y hemos dejado de tener.

Bueno, pero entonces ¿por qué digo que no es lo mismo justificar que buscar pretextos? Pues precisamente porque se trata de 2 actividades distintas. Por un lado, justificar implica un acto del razonamiento: tiene que ser tanto racional como razonable y estar sujeto a evaluación. El pretexto no, enmascara una posición.

La Reforma que mencioné sigue siendo un buen ejemplo, no es posible justificar racionalmente a la misma sin caer en el pretexto. Que no encubre más que la ambición de poder, de control, de un personaje sin parangón en la historia contemporánea mexicana. Aunque también, este ensayo fue un pretexto para expresar mi sentir acerca de esta Reforma Judicial. 

martes, 27 de agosto de 2024

Somos ficción

A continuación dejo salir cada una de las ideas que dieron lugar a este ensayo: en primer lugar, parto del fuego; una llama que observé durante una noche de fogata con un grupo de biólogos. Aquella llama no paraba de bailar, se movía al compás de un jazz que sólo ella conocía. Me pareció muy interesante que, aunque yo pudiese afirmar que se trataba de la misma llamarada, la misma fogata, nunca fue la misma; siempre cambiante. Como yo, tú, y cualquiera que me lea. Cambiamos, aparentando ser los mismos. Imposible. 

En segundo lugar, este texto surge de la metareflexión que me produjo una lectura: “filosofía en 11 frases” me comí la primera «nadie puede bañarse dos veces en el mismo río» y el resto es esto. Algo que no deja de darme vueltas en la cabeza, como la misma llama, no deja de bailar. No descansa. Como el cambio: incesante, permanente… ahí está el problema. Si acaso permanece el cambio como constante entonces ¿a qué cambia el cambio? Dario (el autor) responde que al no cambio. Entonces, ¿la llama es o no la misma? ¿Y yo? Pues ambos son y no son ¿entonces? Complicado, lo sé. Trato de explicarme, si acaso nosotros, al igual que la llama, estamos condenados al cambio, a ese baile incesante que es la vida; entonces en definitiva no somos siquiera los mismos que iniciamos escribiendo —en mi caso— y leyendo —en el tuyo— este texto. Cambiamos.

Oye, pero estoy aquí, todavía sentado, tecleando cada letra para formar mis palabras, tal y como comencé haciéndolo. Lo sé. También tú que me lees puedes creer lo mismo. Sin embargo, estamos fingiendo. 

¿Qué? Así es. Nos hacemos y queremos hacer creer que seguimos siendo nosotros. Es más, muy comúnmente se escuchan frases del tipo: “nunca cambies” “sigues siendo el mismo”, etc. pues no son más que eso, ficciones. Como nosotros. Como nuestro entorno. Como nuestra realidad. Ficciones.

Pienso en este momento en el concepto del tiempo. Una suerte de aritmética lo bastante convincente como para hacernos creer que existe. Visto desde afuera, es absurdo. Tan sólo por decir algo, en el espacio no existe el tiempo. Por tanto, el tiempo no es más que una construcción, una convención, en suma, una ficción. 

Vaya… ni yo esperaba eso. Retomo lo que decía, empecé escribiendo algo que se convirtió en otra cosa, cambió. Cambio. 

Alguna vez dije que el Teatro es la vida (véase ensayo “¿Qué es el teatro?”). Recuerdo que mientras estaba escribiéndolo me puse a pensar que entonces lo más próximo a la realidad era la ficción; en la medida que esta representaba lo que “afuera” acontecía. Pero, ahora, creo que lo más real es la ficción, que por definición no puede ser real.

A pesar de todo esto, no me creas a mí, es más, no le creas a nadie. Yo no creo en nada (doble negación) y aun así aquí estoy escribiendo acerca de esto. Espero pronto continuar esta reflexión, pues quiero afinar mi percepción. Gracias por leerme. 

cacf 

lunes, 26 de agosto de 2024

Derecho difícil o difícil Derecho

¿El Derecho es difícil? No y sí. Depende ¿de qué? Primero, de qué entendemos por Derecho; luego, acerca de lo que entendemos por difícil. Aun así, seguiría dependiendo del contexto ¡qué complicado! Exactamente, prefiero reconocer al Derecho como un fenómeno complejo. 

Desde mi posición no creo que el Derecho deba ser difícil, yo apuesto por migrar a un Derecho cada vez más sencillo y claro. Por supuesto, sin desatender el reconocimiento de su complejidad. Pero es que asumirlo como algo difícil, de principio, limita el interés por el mismo; dejándolo en manos de los abogados. De hecho, el Derecho es algo tan complejo como para dejarlo en manos de abogados…

Regreso. El Derecho cansa, se vuelve difícil, agotador, exasperante y hasta frustrante. En algún momento dije, el Derecho duele. Sin embargo, somos nosotros quienes en realidad complejizamos el fenómeno jurídico al grado de volverlo sumamente difícil

¿Contradictorio? No. Ahora lo supero: el Derecho puede y debe complejizarse. Lo difícil es, por definición, algo que requiere cierto grado de pericia para manejarse; algo que es poco probable; o lo que no se hace con facilidad (recurriendo a su etimología). De acuerdo. Vivimos un Derecho que en sí mismo es complejo (o difícil) pues por principio de cuentas, nosotros somos seres complejos (o difíciles), y si nosotros somos quienes creamos el Derecho, su resultado, como respuesta a la propia dinámica social es algo complejo, complicado, difícil. Pero, porque digo que también nosotros lo complejizamos, bueno, pasa que dependiendo la postura que asumimos frente al Derecho, el mismo puede o complicarse o también simplificarse.

Pensemos, por ejemplo, que alguien asume que el Derecho es (sólo) un conjunto de normas imperativas y atributivas; estáticas, frías. Pues bien, esa persona supongamos que es un juez; a este personaje le corresponde resolver un caso en donde un matrimonio homosexual decide adoptar a una infancia. Han cumplido todos los requisitos administrativos de su Entidad, pero, en la misma no se reconoce a la familias homosexuales, es más, ni siquiera reconocen el matrimonio igualitario —por supuesto que se trata de un ejemplo previo al pronunciamiento de la SCJN— ¿qué debería hacer nuestro juez? Bien podría, limitar su actuación a lo que su juicio le dicta: obedecer la ley, cumplirla, aplicándola. Niega la adopción. 

Precisamente, la descripción que acabas de leer constata 2 puntos importantes: primero, la sola narrativa expone lo difícil que se vuelve el Derecho (entendido como instrumento de resolución de conflictos sociales) para dar respuesta al ejercicio de derechos que se practican, tanto por el matrimonio y, en especial, la infancia próxima a ser adoptada (en este caso). 

Lo segundo es que, precisamente lo que se supone que tendría que ser un proceso, eficiente, efectivo, eficaz y sobretodo respetuoso de los derechos humanos, se torna en un entramado burocrático donde lo que más importa es cumplir con las formalidades. Dejando de lado lo que pueda —y debería— importarle al Estado acerca del niño o niña de este “ficticio” ejemplo; así como los derechos del matrimonio, etc.

Sobrarían los casos que, como este, patentan lo complicado que volvemos el ejercicio del Derecho. Pero ojo, no sólo es un defecto de los operadores del sistema judicial, o los legisladores, ni siquiera lo es en exclusiva del trabajador que negó el proceso de adopción y que orilló al matrimonio a recurrir al aparato jurisdiccional. Pues aún podríamos seguir escribiendo respecto a las siguientes instancias. No. Esto es algo de lo que cada uno forma parte del problema y al mismo tiempo, paradójicamente, de la solución. 

La invitación, por tanto, es a que nos detengamos un momento a pensar en nuestro Derecho actual ¿nos gusta así como está? ¿Podemos hacer algo al respecto? ¿Qué? Dejó abiertas las preguntas para que cada quien las responda como le plazca. Sin dejar de decir qué tal y cómo es actualmente el Derecho, es producto de nuestra sociedad y ahora, es también nuestra sociedad actual, la que cuenta con la capacidad de crear el Derecho que queramos, merecemos y esperamos. Uno que quizás no se vuelva tan difícil…

Por mi parte, seguiré escribiendo, pensando y reflexionando. En especial, seguiré creando el Derecho que más me gusta: uno bello, artístico y hasta cómico. Al final, cada uno vive el Derecho a su manera. 

Lo cierto aquí es que, en cada una de las experiencias, independientemente de su origen y contexto, podemos encontrar que, compartimos algo más que sólo el tiempo y el espacio. Compartimos el Derecho, es algo así como un lugar común en la historia de la sociedad. Es nuestro Derecho porque no es de nadie. 

sábado, 24 de agosto de 2024

Entre el Ser y no ser

Aquí vamos de nuevo. De nuevo, ¿qué hay de nuevo? ¿Qué es lo nuevo? Lo que recién aparece por vez primera. Aquello que no era pero ahora ya es. Entonces, no soy. Para poder ser. De nuevo: soy lo que no soy porque aun no soy lo que soy. Posibilidad. 

Hoy tomé una clase de argumentación; lo plantearon como un taller (teórico y práctico, decía el cartel). Durante la sesión, tuve oportunidad de contrastar mis ideas; de hecho estaba de acuerdo con la mayoría de los —para valerme del ejercicio— argumentos del ponente. De hecho, tal fue mi coincidencia, que justamente por eso me atreví a cuestionar las ideas/argumentos (indiscriminadamente pues en realidad eso parecían) que se ofrecieron en clase. 

La posibilidad fue uno de los puntos que quise acentuar, es algo que recién comienzo a asimilar en mi sistema de pensamiento, intentando vencer (o ignorar, si es posible) el binarismo platónico que margina el razonamiento entre el ser y el no ser. Y es que para que algo sea posible, precisamente tiene que no ser. Como yo. Que quiero dejar de ser para poder ser de nuevo. De nuevo…

Creo que no es posible esperar menos de una sesión dirigida por un filósofo, inevitablemente había que preguntar, que cuestionar y poner en duda cada una de las proposiciones en oferta. De qué otra forma podría imaginarse la experiencia filosófica sino más que a través de la constante pregunta por el por qué ¿Por qué? Porque siempre permite abrir una nueva pregunta ¿por qué? Porque no busca una respuesta sino un cuestionamiento ¿por qué? Porque es como puede conocerse, desconociendo ¿por qué? Porque para conocer, primero hay que desconocer; tanto como para ser, hay que no ser primero. Dejar de ser. 

Cuando el Tribunal te sienta, el Derecho te levanta

Reflexiones de un abogado en pausa obligada Cada vez más cerca está el final de la semana. Esta noche de viernes no sabe igual a las demás. ...